viernes, 11 de julio de 2014

Rechacemos las maniobras de la patronal

Donnelley


En estos años la actividad gráfica creció más de cinco puntos por arriba del promedio de la industria. La mayoría de las patronales se embolsaron sus ganancias o, como en el caso de Donnelley, las giraron a sus casas matrices como dividendos, sin destinar un centavo a la inversión.


El agotamiento del “modelo productivo” empuja hoy una restructuración, sacrificando a los trabajadores, para intentar mantener los márgenes de beneficios.


Pero no se trata solo de bajar salarios y reducir planteles sino también de una guerra entre capitalistas por “expandirse en un mercado que se encoge”. Por un lado hay un avance de nuevos formatos digitales a expensas de los impresos, a eso se suma la caída del consumo que tiene un impacto directo en revistas y folletería; por otro lado la restricción a la importación editorial – en función de retener divisas – reaviva la disputa por un negocio que “en el 2.010 alcanzaba a casi el 80 por ciento de los libros que se leían en la Argentina”.


La crisis, tal como la presenta Donnelley, es trucha en varios aspectos. Los “costos laborales” de los que se queja son en realidad mucho más bajos que los de su competencia. La pérdida de clientes tampoco es como la pinta; lo que hubo fue un aumento desproporcionado y selectivo de sus precios a fin de provocar una depuración de su cartera (y retener a los más importantes) además de un desvío de parte de su producción.


En un artículo del periódico del PTS se dice que “la comisión interna de Donnelley se reunió con los compañeros de IPESA y se comprometieron a no hacer nuestras revistas”. Pero el problema es más complejo porque en algunos casos hasta esa tercerización es “trucha”. El mismo artículo señala que las revistas “Para Ti” se siguen imprimiendo en Donnelley aunque el pie de página indica que se hacen en IPESA. Esto no podría ocurrir sin un pacto de ambas patronales.


Hay empresas que no tienen un solo proveedor o que imprimen en varios talleres alternativamente. La comisión interna de Morvillo tiene frenado un folleto de Carrefour – y le han expresado a la patronal que ningún trabajo de Donnelley se haría mientras dure el conflicto – pero en rigor Carrefour se hizo muchas veces antes, allí y en AGR.


Esa disputa por el mercado es cruzada: Donnelley está ofreciendo precios preferenciales a Tsu y presiona por Avon – con quién tiene un contrato internacional –, ambos clientes de Morvillo.


Es claro que una invocación a la solidaridad no es suficiente, porque eso depende del nivel de organización de cada lugar y muchas veces de información que no manejan los trabajadores (meses atrás – seguramente por desconocimiento – Donnelley imprimió una tirada de Amodil que WorldColor había parado por un quite de colaboración).


Un enfoque estrecho de la cuestión termina trasladando la carga hacia otros y convirtiendo a los trabajadores en lobbystas de sus patronales. La responsabilidad de impedir el desvío de trabajos corresponde al sindicato. Mientras posa de “combativo” con declaraciones el ongarismo no mueve un dedo para que las cooperativas que le responden cesen con esa práctica.


Hay que exigir un urgente plenario de delegados para debatir el tema, que la directiva convoque asambleas en los talleres involucrados y asuma la decisión de frenar la producción tercerizada; hay que organizar piquetes donde la fuerza no permita parar desde adentro; e impulsar una gran marcha contra los despidos a la cámara empresaria.


El respeto a la “paz social” que reclama el Ministerio mientras dure el trámite del PPC o cualquier idea de no chocar con el gremio, allanan el camino de la patronal.


Miguel Bravetti


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